Fui a ver la exposición de Veneradas y temidas en Caixa Forum. Un viaje a través de cinco mil años de creencias en santas, espíritus o diosas reflejadas en 154 piezas del Britsh Museum que conviven con una selección de artistas contemporáneas de renombre. Un recorrido que nos muestra el rol de la mujer desde la sabiduría, la pasión y el deseo hasta la guerra, la justicia y la misericordia, un paseo que nos hace reflexionar sobre la imagen de la mujer a lo largo de la historia.
Al terminar el recorrido nos proponen reflexionar sobre cinco cualidades que han sido presentadas y explicadas durante la exposición: la fertilidad, sensualidad, rabia, ambición y resiliencia. Algo que me pareció muy interesante, con cada una de ellas nos preguntan ¿poder o condena? Me gustaría hoy hacer una reflexión sobre ello, en la actualidad y desde el punto de vista de la mujer. Empezaré con la resiliencia.
La resiliencia es la capacidad que tiene el ser humano de adaptarse a la adversidad, superar traumas, tragedias, amenazas… ¿poder o condena? Sin lugar a dudas creo que es un poder, por muchas cosas en especial, pero en particular por la evolución y lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Por todas aquellas mujeres que han sufrido violencia de género y aún así han sido capaces de enfrentarse a su agresor, por las madres que han criado a sus hijos solas, por aquellas a las que no les dejaron estudiar, por las que se tuvieron que ocultar detrás de un seudónimo, masculino, por supuesto, para que su obra fuera reconocida.
Ambición: deseo ardiente de querer conseguir algo. ¿Poder o condena? Para las mujeres es una condena. Cuando una mujer es muy ambiciosa, cuando consigue sus objetivos y cuando asciende, por ejemplo, a altos cargos en una empresa, muchas veces aparece eso de ¿y con quién se acuesta? ¿de quién es hija? y un largo etcétera. Es decir, la ambición nos lleva a un sobreesfuerzo por demostrar nuestra valía.
La RAE, en su tercera acepción, dice que rabia es «ira, enojo, enfado grande». ¿Poder o condena? Solo un apunte: cuando un hombre se enfada, se empodera, se le respeta; cuando una mujer se enfada, está loca, es una desquiciada o una malfollá. Una condena.
Sensualidad, desde luego no creo que sea un poder, sino una condena porque siempre se ve desde el punto de vista masculino. Igual que el erotismo: la mujer es sensual, erótica para el hombre, pero ¿cuándo se habla de sensualidad y erotismo del hombre hacia la mujer?
Y la fertilidad, tal vez mi favorita, ¿condena o poder? Venimos de una sociedad patriarcal en la que la mujer ha sido un mero mecanismo de crianza y cuidado. Educada para servir, casarse y tener descendencia. La pregunta de «¿por qué no tienes hijos?», «Como no tengas hijos ahora…», «¿no quieres tener hijos? qué postura más egoísta», «claro, cómo se nota que no tienes hijos», y tantas cosas que llevo mucho tiempo escuchando. Preguntas, comentarios, juicios que te hacen porque el ser mujer conlleva, al parecer, la obligación de ser madre, la naturaleza así te lo ha impuesto. Preguntas, comentarios, juicios que a ellos jamás se lo harán porque a ellos «no se les pasa nunca el arroz».
Mientras escribía estas líneas me he acordado de un artículo muy interesante que leí este verano: Un breve recorrido por la historia del feminismo, de Aitana Palomar S. para National Geographic. También dejo un collage que hice hace unos días y que viene a cuento.
- Puedes suscribirte a mi perfil de Qultu y disfrutar de un microrrelato cada semana.
- Conoce más sobre ‘Vaivén de estación‘.

