La cultura Tabacalera: «Ven, aprende y ayuda a difundir todo esto»

Nos situamos hoy en el barrio más multicultural de Madrid. Pero corría la segunda mitad del siglo XVIII cuando en la huerta de la Comunidad de Clérigos Regulares de San Cayetano se construyó un edificio que serviría como almacén de productos estancados del estado español.

A principios del siglo XIX los franceses entraron en España y convirtieron aquel edificio en fábrica de tabacos contratando a las cigarreras clandestinas del barrio. En 1945 se hizo cargo del edificio Tabacalera S.A. disminuyendo poco a poco su actividad. En el año 2000 cerró definitivamente sus puertas a la industria del tabaco. Desde entonces, el edificio está adscrito al Ministerio de Cultura. Éste quería transformarlo en Centro Nacional de Artes Visuales, pero gracias a la oposición y movilización de varios colectivos del barrio de Lavapiés, fue cedido para convertirlo en un Centro Social Autogestionado donde la cultura fuera libre y gratuita para todo aquel que quiera adentrarse en lo que fue la antigua tabacalera del barrio de Lavapiés. Y así fue y así se conserva.

Es curioso pasear por el barrio madrileño en el que más del 50% de sus habitantes son extranjeros y en el que se reúne la mayor cantidad de asociaciones y movimientos vecinales de la capital. Un barrio en el que las distintas culturas se pueden palpar en cada esquina.

Si nos acercamos a la plaza de Embajadores nos encontraremos con La Tabacalera, un Centro Social Autogestionado que ofrece cultura libre y gratuita. Es un centro social abierto a la participación del barrio, de la gente y de la ciudadanía que hay a su alrededor. Autogestionado quiere decir que la gente que participa, gestiona el centro desde todas sus vertientes: económica, mantenimiento, actividades, convivencia, programación…” afirma uno de los miembros de esta comunidad. Y es que Tabacalera es un espacio en el que toda persona tiene un hueco en el que “nadie manda por encima de nadie y nadie toma decisiones por encima de otros, sino que las decisiones son consensuadas y se intenta ir en líneas de trabajo que decidimos entre todos que son las adecuadas o las interesantes para sacar adelante el centro.”

Antes del 2009 acabó por convertirse más en un centro de reuniones sociales y se produjo un cierre temporal, se habían perdido los valores por los que éste lugar fue creado en un principio. “Lo que se intentó fue volver a la esencia de que la gente que viene al centro venga a participar y no a que el patio se convirtiera cada vez más en un centro de consumo, o sea, lo que se intentó es volver a la esencia, que la gente que venga al centro venga a participar en las actividades y no a beber y a fumar” cuenta el miembro de la asamblea, que quiere mantenerse en el anonimato.

En cuanto al cuidado y mantenimiento de las instalaciones, los usuarios habituales del centro están concienciados. Igual que el espacio les ofrece algo, ellos también deberán aportar algo al espacio. “Participar en el centro conlleva conocer a las personas que tienes a tu alrededor. Luego hay unas pequeñas participaciones, obligaciones, devoluciones al centro que son los turnos de cuidado y la limpieza. La idea en el centro siempre es cooperar y no competir. O sea, si yo veo algo sucio procuro limpiarlo.” También la buena voluntad de los miembros hace que los pilares de este edificio no se derrumben, “se nos retiró el ADSL hace unos años por parte del ministerio que nos lo estaba proporcionando y hay una persona en la comisión que lo está pagando. Es muy bonito levantar un proyecto en precario y en carente, pero con la voluntad, el trabajo y el cariño de todos se consigue.” Y es que el dinero recibido por participación, no es la forma de actuar en La Tabacalera. “Hemos recibido propuestas de grandes marcas. Por ejemplo, una marca de perfumes nos ofreció 3000€ por una noche de espacio y aunque ese dinero nos hubiera venido muy bien, nuestra actividad no es económica, es cultural y procuramos que no esté mercantilizada. Se intenta que la economía o el dinero no cribe el acceso a la cultura, es decir, que todo el mundo tenga derecho a las actividades culturales de forma completamente gratuita.”

Adentrarse en las profundidades de La Tabacalera es adentrarse en un mundo en el que fluye la constante actividad. Cristian trabaja en la nave Trapecio, un lugar en el que se deja paso a la creación de todo tipo de cosas. Tabacalera, para mí, es un taller constante, – afirma- un taller de investigación, desde lo plástico con el cuerpo hasta lo plástico intelectualmente. Pasa por muchas fases, desde poder pensar en el sistema en el que nos movemos hasta cómo transformarlo nosotros mismos.” En este taller cada uno trabaja en sus propias creaciones, si quieres hacer algo que implique trabajo con las manos, madera, metal, vaciado o incluso talla de joyería, simplemente hay que presentar la propuesta en la asamblea, “presentas tu proyecto y se acomoda una agenda, unas leves nociones de seguridad y adelante” declara.

El concepto clave que se promueve en Tabacalera es el concepto de cultura libre y gratuita. Yo creo que la cultura gratuita tiene una finalidad muy bonita y es que no nos vendan libros, que nos den libros para leerlos – Declara Cristian- y hablamos de cultura libre, porque hablamos del derecho a la copia, del derecho a poder investigar del trabajo de otro, que ese trabajo no se privativo. En definitiva Tabacalera es un espacio donde el conocimiento tiene que circular libremente”

Otro de los talleres significativos es el Taller de Bicis. Un lugar en el que cualquiera puede ir y arreglar su propia bicicleta bajo la supervisión de un entendido. Yo he venido aquí porque se me pinchó el otro día la rueda de la bici y necesitaba arreglarla. Aquí te enseñan a ello, te ayudan a arreglar tu bicicleta y no te cobran. Si te vas a alguna tienda te puede costar 10 o 15 euros la broma y no estamos para ese tipo de gastos.” Declara María, usuaria habitual de las ventajas que ofrece La Tabacalera.

Y así, taller tras taller se va creando la familia de quienes componen este espacio, un espacio en el que la cultura vaga libremente por los rincones de un edificio de casi nueve mil metros cuadrados. Una cultura que es por y para todos y en un lugar en el que su lema principal es: ven, aprende y ayuda a difundir todo esto

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