Oscuro Bulevar, ganador del III Concurso de Microrrelatos Pantagruélicos de Sigüenza

Cuando hay una sucesión de buenos acontecimientos, me asusto. Cuando todo sale a pedir de boca o cuando la buena suerte parece estar de mi lado, me asusto. Y es que los dos últimos sábados han sido bonitos y emocionantes. Este último estuve en una boda preciosa que debería haberse celebrado hace dos años. Leí un texto que escribimos para la ocasión mi amigo Manuel y yo. Brindamos, bailamos, reímos y lloramos de felicidad.

El pasado también lloré. Lloré de alegría, de ilusión: mientras desayunaba recibí dos correos muy motivadores. Me acordé de alguien muy especial y la emoción dejó el café congelado. Por la noche, la cena también se congeló, y eso que el calor era sofocante: llegaba otro correo a mi bandeja de entrada diciendo que el microrrelato que había presentado al III Concurso de Microrrelatos Pantagruélicos de Sigüenza había sido galardonado con el primer premio. Oscuro bulevar, una historia que habla sobre el Alzheimer,  el olvido y la oscuridad que rodea a esta enfermedad.

Es la primera vez que gano un concurso literario y no me puede hacer más ilusión. Las primeras veces nunca se olvidan, o eso espero. Porque muchas veces he pensado en lo duro que tiene que ser olvidar. Olvidarse de comer, de hablar; olvidarse de quién eres, de la gente que te quiere, de querer. Y lo duro que tiene que ser para la gente que te rodea y que recuerda, que te recuerda.

Pasea distraída por la Avenida del Recuerdo y en un traspiés cae, como Alicia, en un agujero. El lugar es frío, oscuro y arenoso, igual que la tierra recién labrada en tiempos de sequía. 

Avanza con los brazos extendidos hacia los lados tocando paredes terregosas. De pronto, ve un tenue resplandor a lo lejos y, ligera, corre hacia él. Según se acerca descubre una luz que ilumina unas palabras. Cuando por fin atina a leer aquel cartel, se para en seco. Frente a ella, la Calle del Olvido.