Llevo escribiendo desde que empecé a juntar letras para formar palabras. He de confesar que fui muy mala estudiante, me aburría en clase y no me interesaba nada de lo que me contaban. Me pasaba las horas haciendo tres cosas: sudokus, leer o escribir. Tengo muchas cosas escritas durante mis años de bachillerato que jamás he sido capaz de releer. También creo que no podría enfrentarme a la Lucía de dieciséis años.
Tengo libretas, tacos de hojas e incluso post-its donde dejo volar mi imaginación o donde recurro cuando necesito hacer una reflexión sobre algo, plasmar mi día a día, mis penas, alegrías, preocupaciones o simplemente ideas banales que me llegan a la cabeza para, en algún momento darles formar y convertirlo en una historia. Muchas de estas ideas empiezan bien, pero se quedan atascadas, otras siguen hacia delante y la mayoría acaban llevándome hacia un resultado que no me esperaba. Supongo que a eso se le llama proceso creativo.
Mi cabeza va a tres mil por hora. Me da envidia la gente que dice que tiene pocas ideas para escribir porque cuando las tienen, las tienen. Yo, por el contrario siento que las ideas se me amontonan cada vez que veo, leo o vivo algo y eso me genera cierta ansiedad que da paso a un bloqueo del que no sé salir. Se asume, se acepta y se supera. Desde que volví de vacaciones las cosas buenas se han ido produciendo. Una de ellas ha sido la llagada al mundo de mi primer libro, Vaivén de estación, Sar Alejandría, 2022, una colección de trece relatos, trece historias y personajes con una sola cosa en común: transmitir alguna emoción al lector.
Nunca he dejado que nadie leyera mis textos narrativos y ahora me cuesta, me va a costar que la gente los lea. Este sábado, 15 de octubre, sale a la venta el libro y también es la presentación. Creo que va a ser un día bonito porque voy a celebrarlo con la familia y amigos, aunque también el miedo está ahí. Miedo a no saber si lo haré bien, si lo habré hecho bien, si gustará… En todo caso está todo el mundo invitado y me hará ilusión ver a gente por allí.
Vaivén: «movimiento alternativo en una y otra dirección». Y así es este libro: trece estaciones de paso que oscilan entre realidad y ficción; entre el otoño, el invierno, la primavera y el verano, sintiendo cada época del año en el ánimo de los personajes que se esconden en estas páginas. Donde hay tantas cosas personales como tantas otras del imaginario. Detrás de cada uno de los textos que componen este libro hay emoción y reflexión.
En el post Agosto: un veraneo en el pueblo. Parte II comentaba que aquel microrrelato que acompaña a cada uno de estos textos iba a ser el último que publicara en abierto. El mundo de internet es muy complejo para darse a conocer o para enseñar tu trabajo. Es muy difícil llegar al público, sobre todo en Instagram, red por la que más muevo y en la que puedes hacer cosas muy creativas si sabes luchar contra una cosa que se llama algoritmo. Sinceramente yo ni tengo tiempo ni ganas de luchar contra una cosa que no sé ni lo que es; por ello, a partir de ahora los microrrelatos seguirán al final de cada post, pero para poder escucharlos y leerlos habrá que hacerse con una suscripción de pago en mi perfil de Qultu. Les aseguro que la suscripción les sale más barata de lo que cuesta una cerveza en cualquier bar y a mí me motivaría mucho crear una pequeña comunidad a la que le interese lo que hago.
¿Por qué nace Qultu?
«Hoy, como consumidores, tenemos acceso a más contenido y más cultura que nunca. Y, sin embargo, los creadores cada vez lo tienen más difícil para ganarse la vida. Y las actuales plataformas aumentan la brecha.» «Por eso, nuestra misión es eliminar la precariedad de la vida de los creadores, ayudándoles a que consigan ingresos estables».
Ya disponible en Qultu el último Microrrelato, Paracaídas, ¡Os espero el sábado a las 12:00h en el Restaurante LaLina de Madrid! Habrá cerveza para todos…
Deseando leerlo yaaaaa!!