Meraki de estación

Durante estos dos últimos años creo que hemos abierto nuestra alma. Para bien o para mal, pero la hemos abierto. Este comienzo de los años veinte del siglo XXI no ha sido fácil para nadie. Hemos perdido, ganado, aprendido, cambiado y sobre todo, hemos crecido. Yo, personalmente, lo he hecho. Mi forma de ver la vida, de pensar, de actuar o de decidir, ha evolucionado. 

El confinamiento frenó en seco una vida frenética de actividades, planes y relaciones sociales, y esto me hizo pensar tantas cosas… Demasiadas. Hasta puntos en los que no quería pensar. Me di cuenta de lo que quería y de lo que no quería. Estuve desubicada, con ansiedad, estrés y, por qué no decirlo ¡hasta el coño de todo! Cuando llegué a la primera consulta con mi psicóloga se lo dije: “estoy hasta el coño de todo”. Así, sin buenas palabras, transparente. Todo me caía mal, nada me gustaba. Se me hacía bola la vida, estaba más perdida que un burro en un garaje porque mi yo del diecinueve no era el mismo que el de finales del veinte. «¿Ay, qué te pasa?» Pues la vida, la vida es lo que pasa y hemos perdido mucho tiempo. Y ahí estaba yo ¡hasta el coño de haber perdido tiempo! 

Supongo que si estás leyendo, esto te sonará. Si de algo nos ha servido esta pandemia ha sido para darnos cuenta de lo verdaderamente importante. Parece un tópico, pero qué le vamos a hacer, los tópicos son tópicos precisamente por eso, porque son tópicos. ¡Ea! 

Hace dos años tenía unos objetivos que no estaba consiguiendo, laborales sobre todo. Ahora me dan igual esas estúpidas metas. No me preocupan en absoluto porque valoro más una tarde de cervezas con los amigos, una comida en familia o un simple paseo charlando con mis padres sobre cualquier banalidad o intensidad cotidiana. No es que esas cosas no me importaran antes, sino que ahora las valoro y antes las tenía y punto. Podría decir que ahora tengo más alma que hace dos años. La única aspiración que sí me sigue preocupando es que hay demasiados países que necesito visitar y demasiados libros que quiero leer y… ¡hasta el coño de haber perdido el tiempo! 

¿Pero qué es el alma? 

Sería finales del dieciocho o principios del diecinueve cuando creé con una amiga una línea de camisetas. Meraki no fue la que más éxitos tuvo, pero para nosotras simbolizaba mucho: Meraki, que nace del alma. Esta palabra proviene del griego donde amor, pasión y creatividad la definen. 

También, llevo tiempo escribiendo. A lo largo de mi vida he escrito muchas cosas que nadie leerá, pero he escrito otras que me gustaría publicar en un libro próximamente. En ello estoy, buscando y esperando a que alguna editorial se lea mis letras. Mientras, rescato este diseño y esta palabra para adentrarme en el mundo de los microtextos, microrrelatos o microcuentos, como cada cual quiera llamarlos, pero con alma. Se puede decir tanto en tan pocas palabras…  

A este “proyecto” lo he denominado Meraki de estación y cada lunes publicaré uno. Un Meraki escrito y narrado por mí. ¿Y por qué de estación? Porque el primero que escribí debía contener la palabra invierno: empezaba la temporada de nieves y competía en un sorteo que no gané. Además, el lunes empieza la primavera.

Espero que me acompañéis compartiendo, reposteando o dejándome vuestra opinión. Y como es viernes y hasta el lunes quedan unos días, os dejo el único relato que he escrito y que ha visto la luz. Lo escribí con alma…

8 comentarios en “Meraki de estación”

  1. Relato melancólico y real ¡Cuantas personas pasan por este trance!!!
    Buen relato y muy buena locución. ¡Bravo Lucía!!! sigue agasajandonos con tus relatos y locutados como tu sabes

    1. Me ha emocionado muchisimo, que sentimiento. Madre miaes un trance que tarde o temprano , vivimos o viviremos, de alguna manera o bien en tu persona o en la del al lado.

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